Mitos y Leyendas de la Ciudad de Jinotega



La tradición oral jinotegana, en lo referente a sus leyendas, se han transmitido de padres a hijos y siempre se han contado después de la tarde, de forma amena en círculos familiares. Es interesante que estas leyendas se modifiquen levemente al paso del tiempo, pero su esencial no cambia. El trasfondo de estas leyendas, algunas que mueven a la reflexión cómo los dos mitos jinoteganos “El hombre de Palo” y “El príncipe del Gobiado”, estos adquieren ribetes míticos por lo siguiente; el primero por ser la protesta de la naturaleza lastimada y la segunda, por representar al protector de los bosques y enemigo de los haraganes y codiciosos, estos dos mitos datan de hace más de un siglo, con ligeras variantes; no podríamos asegurar que se les pueda entender como espantos. Las leyendas, a pesar de su tono sombrío, son de índole moralizante. Sin embargo, 16 el imaginario colectivo llama a algunas de estas leyendas “pasadas”, porque la persona que lo cuenta asegura que “le ha pasado”. Escogimos las que tienen ese sabor local y especial encanto.



El Señor de las Nubes



El cerro Chirinagua o cerro brujo, ubicado en Jinotega, conocida como la Ciudad de las Brumas, está relacionado con una hermosa leyenda sobre el denominado Señor de las Nubes.

Es el cerro de las antiguas mitologías de tribus que habitaron Jinotega antes del arribo de los conquistadores españoles, es decir en la etapa precolombina o prehispánica.

Se cree que en 1705 llegó a Jinotega -a 160 kilómetros al noreste de la capital- el sacerdote franciscano Antonio Margil de Jesús (1657-1726), quien colocó una cruz sobre el cerro que hoy llaman Peña de la Cruz, enclavado sobre la cordillera Isabelia.

Cuentan que el fraile la situó allí -muy cerca del otro cerro- para luchar contra los calificados como brujos de Chirinagua, que formaban parte de un centro ceremonial en honor al dios Sol.

La ciudad de las brumas Chirinagua significa 'lugar del tigre amarillo', el cual según expertos viene siendo una referencia al Sol o Quetzalcóatl que adoraban los mexicanos, y su fiesta era en mayo, con la llegada de las primeras lluvias y el inicio de la siembra.

De acuerdo con textos consultados, entre el centro ceremonial y la cruz hay una formación rocosa que simula a un anciano acostado, con su rostro, pecho, la mano puesta sobre el cuerpo y las piernas de un enorme gigante, que es Mixtli, el Señor de las Nubes.

Para el profesor jinotegano Harvey Wells MÃller, Mixtli era un joven diferente al resto, porque en vez de atender las labores cotidianas de su tribu o participar en juegos propios de su edad, prefería sentarse al pie de esa montaña a observar las nubes.

'El quería hablar con los dioses', pero 'los dioses castigan la tradicional pretensión humana de ser como ellos, y Mixtli fue castigado', afirmó Wells MÃller en una entrevista de un medio de comunicación local.

Los dioses hicieron que envejeciera en un día y se transformara en un gigante de piedra, obligado por siempre a cuidar las nubes de Jinotega.

Algunos investigadores vinculan la leyenda de Mixtli -proviene de una voz mexicana que quiere decir nube- con otras muy famosas como la de Prometeo, quien también quería tener el poder de los dioses.

La ciudad está situada a mil metros sobre el nivel del mar, se localiza en la región central de Nicaragua, en la frontera con Honduras y fue convertida en departamento (provincia) en 1891.

Jinotega o Xinotega es considerado un asentamiento humano muy antiguo, fundado hace varios siglos por personas procedentes del altiplano mexicano y cuyo significado -afirman historiadores- era 'Ciudad Eterna o Ciudad de los Hombres Eternos'.

Además, se le relaciona con el sitio del árbol de 'Jiñocuao', o sitio del 'árbol de lo eterno y lo sagrado'.


Sus habitantes tenían relaciones de culto con otros vecinos en las montañas y en la laguna de Moyúa, donde habían hasta el siglo XVIII centros ceremoniales con imágenes sagradas para ellos, que el Padre Margil de Jesús confesó haber destruido en 1703 y 1704.

En las dos islas de la laguna de Moyúa se han encontrado montículos con artículos cerámicos de uso doméstico.

En algunos de esos montículos existen gruesas columnas rectangulares de basalto -apuntan expertos-, que evidencian prácticas constructivas con materiales de larga duración y que de acuerdo con los estudios de cerámica, albergaron asentamientos precolombinos.

La tradición popular ha sugerido que fue el asiento de un antiguo centro ceremonial indígena, al existir unas ruinas arqueológicas de lo que parece haber sido el templo dedicado a la diosa Cihuacóatl.

Esta era la mujer-serpiente de la mitología azteca, de la cual derivó el nombre de Sébaco, sitio ubicado en Matagalpa.

Los alrededores de la laguna y el valle de Sébaco estuvieron muy poblados antes de la llegada de los europeos, indican estudiosos del tema. El brumoso valle dio origen al apelativo con el cual es conocida Jinotega (Ciudad de las Brumas).

Está a unas tres horas de Managua, en viaje por carretera, y es favorecida con las temperaturas más frescas de todas las cabeceras departamentales de Nicaragua, alcanzando hasta 10 grados centígrados en algunas mañanas de enero y febrero.

Con todos estos atributos que la rodean, no caben dudas de que la leyenda del Señor de las Nubes haya querido perpetuar al indígena Mixtli, quien para siempre se quedó dormido, convertido por los dioses en un eterno guardián.

Nunca antes las frases 'estar en las nubes' o 'vivir en las nubes' sirvieron mejor que ahora para calificar un estado de éxtasis total que llevó a un imaginario joven a quedar petrificado.



EL ENCINO DE CUYALÍ

(LEYENDA DE JINOTEGA)

Mucha gente visita el encino del gancho de camino de Cuyalí, por la creencia de que allí vive un duende que al escuchar una oración le entrega al rezador una hoja mágica de este árbol.A los que les gusta el dinero fácil, van a este gancho de camino a rezarle una oración para que él les entregue esa hoja encantada, que sirve para enriquecerse y tener hermosas mujeres. Gumersindo Valenzuela, era una persona que, como a todos los que les gusta el dinero fácil y odian el trabajo, buscan la hoja mágica del duende de Cuyalí. Desde Jigüina, a lomo de bestia, llegó en la tarde a Cuyalí; esperó la hora en que la luna está sazona para rezar la oración según el ritual que en secreto, tanto le había costado conseguir de un brujo de Sisle. Después que hubo rezado, saltó un hombrecillo de unos setenta centímetros, bien proporcionado y de facciones normales. Apenas tocaron los pies del duende el suelo, se convirtió en el brujo de Sisle. Éste le dijo:” Ahora te toca a vos, trépate al árbol y espérate unos cien años a que venga otro baboso, y le haces lo mismo”. Dicho esto, el tal brujo se fue perdiendo por el camino que va a Pantasma, caminaba y desaparecía en la lejanía, cantando: “Si querés dinero, trabaja, trabaja y trabaja, pero a Sisle no vuelvas”. 



EL PADRINO SOMBRERUDO

(PASADA DE WIWILÍ ARRIBA)
Telémaco Castro tenía, con su compañera de vida, ocho hijos y vivían en las cercanías de Wiwilí. Él había llegado a este bello municipio a trabajar en construcción de pipantes. Como no le fue bien, decidió meterse a comerciar con granos. Se agenció de ocho mulas en las que sacaba los productos hasta Jinotega, montado en un caballo cholenco. Con el tiempo comenzó a oír cuentos y leyendas del lugar. Telémaco las anotaba en una gruesa libreta parecida a los libros de actas que usan los abogados. Año con año, Betsy Taylor, una Mískita muy bonita, le paría un varoncito tras otro. Buscando la hembra, Telémaco procreó con su cónyuge los ocho varones, todos en formación parecían una marimba. Telémaco pensó que este asunto era problema de su mujer y él quería desesperadamente una niña. Se partía el lomo para sustentar esta familia.
Era un hombre sin vicios y con gran talento para los negocios.

Un día, tomandose un descanso a la orilla del río de Wiwilí, se le apareció el padrino de uno de sus muchachos, el cumiche; este hombre siempre usaba un sombrerón exagerado y nunca se le vio sin él; cuando le sirvió de padrino, ni en la iglesia se lo quitó. Fausto Raudos Espino se llamaba este hombre, quien ya frente a Telémaco, le dijo: “yo tengo el remedio para que tu esposa te de una  años, ella escapó. Muchos dice que al Cerro “El Chachaguón”, y que la han visto en época de invierno, que es este cuando tiembla por el viento, o por lo que sea.


EL PRÍNCIPE DEL GOBIADO

Saliendo de Jinotega hacia el norte, se llega a Apanás; después, Santa Clara, y sucesivamente; Miralagos, Los Robles, Jigüina y Pueblo Nuevo, hasta llegar al gancho del camino de Cuyalí. Después uno decide que suerte seguir: si la de
Pantasma o la del Cuá, escoja la que va al Cuá, pues una vez escogido este sendero de ese encantado gancho de camino, se pasa por Venecia hasta llegar a Corinto. Ya ahí, pasará por un lugar llamado Corinto Finca, una hacienda que ocupaba casi todo Corinto.


Arribando a la montaña conocida como “El Diablo”, se encuentra, imponente, el cerro “El Gobiado”. Y a las seis de la tarde, este gigante atormentado, parece doblegarse en una caída, como el cuello robusto e indómito de un potro cansado de soledad o por cargar el peso de las estrellas del cielo.
Me detuve para tomarme una taza de café en la choza de Doña Selma González Hernández. Corría el año 1976, el día 19 de Febrero, fue tan vívida esa fecha porque ese día Jueves llegué para quedarme en la noche y amanecer al día siguiente para partir hacia El Gobiado con la intención de encontrar una flor conocida como la Santa Marta, la cual, solo en ese día, y por la tarde, se puede encontrar.

Un baquiano de nombre Plutarco Blandón Villegas, de San Pedro de Buculmay, y recomendado por Doña Selma, me llevó a la espesura, y así comenzamos a subir aquella mole de jungla.

Leones, pumas, tigres, congos, macacos, simios cara blanca y alguna criatura que, pasando rápido frente a uno, entre la espesura de aquella lujuriosa vegetación, pareciera la sombra de enormes animales desconocidos.Nos llegó la tarde buscando la flor, cuando de pronto, en regia cabalgadura se nos apareció
un jinete de finas facciones españolas, botas relumbrantes, espuelas de oro y el caballo enjaezado con pedrería preciosa. Al acercársenos podíamos ver que este jinete atravesaba árboles, puertas de golpe y el caballo apenas trotando se deslizaba a velocidad sorprendente, al ver esto quedamos de una pieza por el susto.

Y ya cuando lo tenía enfrente de mí, me dijo con buen talante y voz sonora: “Amigo, ¿ve todo eso que traigo en las faltriqueras de mi caballo?, son monedas de oro puro. Todo eso puede ser suyo, yo le cedo mi caballo. Dígame usted, ¿me bajo del caballo para que usted se lo lleve?”.
Volví la vista hacia donde debía estar el baquiano, pero este corría como venado asustado, cuesta abajo. Sin voltear a ver al fantasmal jinete, me di cuenta que ya debía de estar corriendo también.

Yo sentía que en partes, más que correr, volaba. Cuando en eso siento que retumba el cerro y junto con un relincho veo una luz diamantina que me pasa de largo y vuela al cielo donde se revienta cuando es atravesado por un trueno que cae en la cresta de “El Gobiado”.

Me quedé tres días en casa de Doña Selma González, con una fiebre que casi me vuelve loco. En eso ella me contó: ¡ayy!, hijito, si se topó con el Príncipe del Gobiado; él viene desde el cerro Pelón, y en una gruta subterránea secreta, él tiene mucha gente encantadaque trabaja para él. Aquí lo oímos a diario, porque el dueño de esta hacienda es uno de los pactados, por eso tiene mucho dinero, el Príncipe aparece de pronto a revisar las nóminas y cada año se lleva un peón a su gruta. ¡Déle gracias a Dios que no se montó!.... porque son treinta días para él, pero después, los incautos ambiciosos, aparecen todos jugados de zipe, treinta años después.




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